No sé por qué existe en nuestra sociedad la idea de que las matemáticas son muy difíciles, y no estoy hablando de las matemáticas que se usan en la astronomía o en la física cuántica, que, si tienen su grado de dificultad, estoy hablando de las matemáticas que se enseñan en la educación básica, incluida la de menor complejidad que es la aritmética. Hay mucha gente que no entiende los famosos quebrados, se les quiebra la cabeza con sólo escuchar su nombre y eso es aritmética elemental.
Acabo de ver un video en redes sociales en el que un papá le está tratando de explicar a su hija la operación de dividir, que es un requisito o forma parte del entendimiento de los quebrados. El papá le pregunta a la hija “si tengo 5 naranjas y 10 personas, ¿qué tengo que hacer para que alcancen para todos?” La niña se queda pensando unos instantes y responde, aunque con algo de inseguridad, “¿jugo?”. La respuesta es realmente genial y acertada, pero el papá se lleva la mano a la frente en un gesto de “no puede ser”.
Un buen maestro se hubiera percatado de que la respuesta era acertada, pero que no resolvía el problema, sólo lo planteaba de manera diferente y entonces le hubiera dicho a la niña “oye que buena idea, no se me había ocurrido, pero ahora tenemos un problema similar, ¿qué tenemos que hacer para que el jugo alcance para todos?
Con esta pequeña anécdota quiero ilustrar que las matemáticas no son difíciles, lo que hace falta es encontrar un buen maestro. Durante mi educación básica nunca entendí química y la aborrecía. Tiempo después descubrí que me hubiera gustado entenderla para hacer experimentos y llegué a la conclusión de que no había tenido buenos maestros.
Las matemáticas y la meditación no son difíciles, lo que hace falta es encontrar un buen maestro
Cuando a mis 50 años empecé a explorar el mundo de la meditación, experimenté algo similar, aunque no era del todo consciente. Leí algunos libros, participé en algunos grupos. Me estaba resultando muy complicado, pues había muchas cosas que no me gustaban y que me resultaba difícil hacer, como sentarme en el piso en posición de flor de loto y sin moverme durante 40 minutos, el repetir un mantra mientras contaba cuentas en una mala de 108 cuentas, poner mi mente en blanco, invocar la gracia de las deidades indias o de los gurús del grupo, poner un altar en mi casa para meditar, etc. Al punto de armar en mi casa una especie de bunker a prueba de ruido para meditar, ya que el ruido me distraía de mi práctica.
Hasta que me encontré con un maestro que me enseñó que toda esa parafernalia era irrelevante e innecesaria. Me enseñó lo que es esencial en la meditación y algunas otras cosas que me ayudaron a hacer mi práctica más sencilla y profunda.
En mis cursos de meditación de la Atención Plena, también conocida como Mindfulness, comparto estas experiencias que me han hecho desarrollar una práctica simple pero poderosa de meditación, además, sin componentes esotéricos ni religiosos.
Parafraseando a mi maestro, te comparto una cita que me ayudó mucho en este proceso “Si no puedes meditar en la estación Pino Suárez del metro de la Ciudad de México, a las 14:00 hrs., no has entendido de que se trata la meditación”.
No sé si yo seré el maestro de meditación que necesites o estés buscando, lo que si sé es que te presentaré una visión que te puede ayudar en la búsqueda de una práctica de meditación que te sea útil y asequible.
Si quieres iniciarte en este fascinante mundo de la meditación, te espero en mi curso básico de Atención Plena.
Manuel Dovalí